¿Qué es la esclerosis múltiple?
La esclerosis múltiple es una enfermedad neurológica de causa desconocida que produce la inflamación y destrucción de la sustancia blanca del sistema nervioso central (encéfalo y médula espinal).
Los nervios de nuestro cuerpo están recubiertos por una capa protectora llamada mielina, que favorece la transmisión de los impulsos nerviosos. Estas fibras nerviosas mielinizadas constituyen la sustancia blanca y son atacadas por el propio sistema inmunitario de los pacientes con esclerosis múltiple. La desmielinización o pérdida de mielina enlentece y bloquea la conducción nerviosa produciendo diversos síntomas neurológicos.
Es una enfermedad afecta a cerca de 50.000 personas en nuestro país. Supone la segunda causa de discapacidad neurológica en jóvenes, por detrás de los traumatismos, ya que afecta principalmente a pacientes de entre 25 y 40 años, más frecuentemente a mujeres.
La clínica puede ser muy variada, con alteraciones en la sensibilidad, alteraciones motoras como debilidad en las manos o dificultad para caminar, fatiga, dificultad para tragar, para hablar o vértigo.
¿Afecta la esclerosis múltiple a la visión?
A nivel oftalmológico, la esclerosis múltiple puede tener también distintas manifestaciones:
- Neuritis óptica: es la inflamación del nervio óptico, que es el nervio que conecta nuestros ojos con el cerebro. Puede producir visión borrosa o pérdida de visión, trastornos en la visión de los colores, percepción de destellos de luz, alteraciones en la dinámica pupilar o dolor con el movimiento ocular.
- Trastornos en la movilidad ocular, que pueden producir visión doble o nistagmus:
- Visión doble: se produce por afectación de las fibras nerviosas encargadas de hacer funcionar la musculatura extraocular, que es la responsable de mover ambos ojos de manera coordinada para enfocarlos en el mismo objeto. Cuando esta coordinación se pierde, el cerebro percibe dos imágenes distintas y no consigue fusionarlas en una sola, por lo que se produce visión doble.
- Nistagmus: son movimientos rítmicos, involuntarios e incontrolables de los ojos.
La enfermedad puede cursar en forma de brotes o ser progresiva.
El diagnóstico se hace a partir de la clínica que presenta el paciente. Son útiles las pruebas de imagen, como la resonancia magnética, las pruebas de laboratorio que analizan el líquido cefalorraquídeo o los potenciales evocados, que estudian la conducción nerviosa.
Aunque se está trabajando con el objetivo de encontrar un tratamiento curativo para esta enfermedad, a día de hoy disponemos tan sólo de terapias para modificar su curso o tratar los brotes y los síntomas de manera aislada.