El uso generalizado de mascarillas en nuestro día a día ha provocado que los usuarios de gafas se encuentren con un problema de empañamiento. Lo que produce este fenómeno es el cambio de temperatura entre el aire que exhalamos al respirar por nariz o boca y la temperatura de las lentes. Este aire contiene vapor de agua que al entrar en contacto con una superficie fría, en este caso las gafas, se condensa formando vaho. Este hecho a priori inocuo, no solo produce malestar sino también situaciones de peligro, por ejemplo durante la conducción.
Ante tal incomodidad no han dejado de aparecer en internet posibles formas de combatirlo.
Los trucos más extendidos consisten en:
- Frotar las lentes con jabón y secar con una gamuza. Así se crea una fina capa que evita la formación de humedad. Esta opción puede dañar las lentes de material orgánico, que son las más utilizadas por los usuarios, ya que podría perderse el tratamiento antirreflejante o rayarse por la fricción en seco. Otro inconveniente sería la pérdida de transparencia de las lentes, y por tanto de visión, si no se retira correctamente el sobrante al tratarse de una sustancia densa.
- Colocar un pañuelo doblado en el interior de la mascarilla, en la zona de la nariz, para que absorba la humedad de la respiración.
- Calentar las lentes con secador de pelo, acercarlas a una fuente de calor o calentarlas por fricción para intentar igualar ambas temperaturas. Esta opción no es aconsejable, especialmente en lentes reducidas con alta graduación. Además, al enfriarse volverían a empañarse.
- Cortar una patata a la mitad y frotar las lentes, retirar los restos con un paño seco. El almidón repele el agua y evitará que se formen gotas de vaho.
- Poner saliva en las lentes, práctica común entre los submarinistas. Aunque sea efectivo, no parece adecuado usar la saliva en el marco de una crisis sanitaria que trata de evitar la propagación de un virus1.
- Utilizar lentes y toallitas anti-vaho. Esta opción solo sirve en gafas que incorporen dicho tratamiento en su fabricación. Utilizar estas toallitas en lentes sin el tratamiento no sería efectivo.
Como comentamos al inicio, el aire que exhalamos sale a través de la mascarilla. Podríamos pensar, entonces, que modificando el ajuste de la gafa o la mascarilla solucionaríamos el problema. Podemos buscar el tipo de mascarilla que mejor se adapte a nuestra fisionomía aunque a veces eso no es posible. En cuanto a cambiar la posición de la gafa deslizándola por la nariz o modificando la posición del puente para que ocupe una posición más baja y así evitar la zona de salida del vaho, debemos advertir a todos los usuarios que la pérdida de centrado de la gafa puede ocasionar mala visión, síntomas astenópicos como cansancio o dolor de cabeza o efectos prismáticos no deseados al desplazar la posición del centro óptico con respecto al centro pupilar.
También podemos plantearnos otras opciones: lentes de contacto o cirugía refractiva.
No hay evidencia por el momento que contraindique el uso de las lentes de contacto. Sin embargo, se sabe que el virus SARS-COV-2 (COVID-19) puede aislarse en la lágrima y la conjuntiva a través de aerosoles dirigidos a la superficie ocular1,2, pudiendo ser la conjuntivitis la primera manifestación de la enfermedad3.
Por tanto, el uso de las lentes de contacto es seguro siempre y cuando se extremen las medidas de higiene y mantenimiento4. Desafortunadamente, no todos los usuarios de gafas pueden optar al uso de lentes de contacto por patología ocular o falta de parámetros que cubran su graduación.
Teniendo en cuenta que la mascarilla podría convertirse en un elemento más de nuestra indumentaria diaria, ¿por qué no considerar la cirugía refractiva?
De todas las técnicas de cirugía refractiva disponibles actualmente, en INSADOF confiamos en la lente ICL (Implantable Collamer Lens, STAAR Surgical) por sus ventajas frente a otras técnicas en cuanto a calidad visual, seguridad y eficacia5–9.
El implante de lentes fáquicas de cámara posterior ha demostrado ser una cirugía que mejora la calidad de visión y de vida de los pacientes, con un bajo índice de complicaciones y una mejor predictibilidad y eficacia en comparación con otros procedimientos quirúgicos9.
A diferencia de otras técnicas, el procedimiento ICL no extrae tejido corneal y además es un proceso reversible. Se trata de una lente biocompatible que se implanta en la cámara posterior del ojo, situándose detrás del iris. Las lentes ICL no inducen ojo seco porque el material del que están hechas -colámero- mantiene intactas las propiedades químicas naturales del ojo.
Corrige miopía, hipermetropía y astigmatismo. Resultados excelentes en el 99,4% de los casos. Procedimiento y recuperación rápidos, la mejora visual se nota inmediatamente después de la cirugía y los usuarios pueden retomar sus actividades diarias en tan solo unos días.
Referencias
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